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¿CÓMO  SE  ORIGINÓ  EL  PECADO?

     Para muchos la existencia del pecado es un gran misterio.  No pueden comprender, cómo un Dios que es amante y bondadoso pueda permitir algo que causa tanta miseria y dolor.  Pero no debe haber misterio acerca de  cómo llegó el pecado y continúa existiendo en nuestro mundo.
     La Biblia nos enseña que: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio.” 1 Juan 3:8.
     Originalmente el pecado surgió en el corazón de Lucifer.  El profeta Isaías nos dice que Lucifer, Satanás o el diablo fue una vez un hermoso ángel de luz celestial.  
     “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!  Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.” Isaías 14:12.

     El nombre “Lucifer” significa “portaluz”.  Esto nos da alguna idea de su gloria original.  Sin embargo, él es ahora un ser caído, él no es la espantosa criatura que frecuentemente es representada.       El apóstol Pablo nos dice que Satanás es capaz de transformarse a sí mismo en un ángel de luz, cuando esto se adapta mejor a sus propósitos (vea 2 Corintios 11:14-15).  Y es el plan de Satanás hacer su obra, junto con la obra de sus agentes, muy semejante a la obra de Dios.  De esta manera, puede engañar a más personas.   
     Ezequiel habló de Satanás   (refiriéndose a él como el rey de Tiro), como  habiendo sido un ser de insuperable belleza.  
     “En Edén, en el huerto de Dios estuviste, de toda piedra preciosa era tu vestidura, de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación.  Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.  Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad....Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti…” Ezequiel 28:13-15, 17.
     Aunque era un ángel de gloria, Satanás llegó a exaltarse por su propia belleza; y en su orgullo, decidió que ya no necesitaba ser súbdito del gobierno de Dios.
     “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” Isaías 14:13-14.

     Insatisfecho con su posición de querubín cubridor, Lucifer deseó ser igual a Dios.  Pero esto, involucraba cambiar el perfecto orden del cielo que sólo podía lograrse  al atacar a Dios con la introducción de un error en su gobierno.  El planteamiento mentiroso fue: ¿Si Dios puede ser menos que perfecto, entonces por qué seguir sus leyes y mandatos?   Lucifer emprendió la obra de engañar a tantos ángeles como pudo para que lo ayudaran en su rebelión contra Dios.  Así, cada ángel debía escoger a quién creer, a quién seguir y vindicar – si a Dios o a Lucifer.
     “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.  Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra,  y sus ángeles fueron arrojados con él.” Apocalipsis 12:7-9.  

     Al comenzar la guerra en el cielo, Satanás reveló que él no iba a escatimar nada para llevar a cabo su propósito de ser igual a Dios;  y cualquier obstrucción a este propósito debía ser arrancada del camino – incluyendo a Dios mismo.
     Aunque derrotado y echado del cielo, Satanás no fue entonces destruido.  ¿Por qué?  Si Dios hubiera destruido a Lucifer, esto precisamente no habría contestado las acusaciones contra Dios.  Por lo tanto, a Satanás debía serle dada una oportunidad  para mostrar a todo el universo justamente qué tipo de gobierno deseaba establecer,  y revelar también cuál sería el resultado final  de escoger un rumbo de rebelión contra Dios.  La seguridad del universo entero dependía de esta demostración y de su resultado final.  Ningún interrogante debía permanecer en cuanto a quién estaba diciendo la verdad – Dios o Lucifer.  Ambos debían ser conocidos por sus acciones o por los frutos que produjeran.
     Fue el orgullo lo que llevó a Satanás a desear ser igual a Dios,  y ahora intenta fomentar este mismo deseo en la humanidad.  Acercándose a Eva, la tentó a creer que el ser igual a Dios era un objetivo alcanzable – que sólo sería alcanzado a través de la desobediencia a Dios.
     “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?  Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;  pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni tocaréis, para que no muráis.  Entonces la serpiente dijo a la  mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” Génesis 3:1-5.
     Tan pronto como ella siguió la sugestión del diablo, para desobedecer a Dios, estuvo en armonía y unión con el enemigo de Dios; y llegó a ser un agente de Satanás para causar la caída de Adán.
     El hombre, creado para ser un reflejo de Dios (vea Génesis 1:26-27), cayó bajo el control de un poder que estaba en oposición a la norma y autoridad de Dios.  El hombre estuvo una vez en armonía con su Creador, pero ahora era un rebelde,  adversario de la voluntad y los mandamientos de Dios.
     “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden.” Romanos 8:7.
     El diablo reclamó que toda la humanidad estaba bajo su poder, y nunca debían ser obedientes a Dios y probarle que estaban verdaderamente en una controversia. Dios podría haber destruido instantáneamente al hombre por causa de su  rebelión; pero en lugar de esto, amorosamente se acercó al hombre al enviar a Jesús para que viniera a ser uno como nosotros y muriera en nuestro lugar.
     Cuando Jesús vino a esta tierra, vino como nuestro Maestro.  Como nuestro Maestro, vivió una vida de desinteresada obediencia a Dios, dándonos un perfecto ejemplo de lo que podemos llegar a ser a través de Él.  Por sus frutos, Cristo demostró ser la Verdad y el Camino para la salvación y liberación del pecado.  Al vivir una vida obediente en nuestra humanidad, Jesús no sólo vindicó a Dios al probar que la ley de Dios  y el reino de justicia era perfecto, sino que también reveló que era posible para todo ser humano seguir su ejemplo y al mismo tiempo ser obediente.  De esta manera, Cristo demostró que no hay ninguna razón para  que alguno de nosotros continúe en servidumbre del pecado.
     “Pues para esto fuisteis llamados;  porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas, quien cuando le maldecían, no respondía con maldición;  cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente…” 1 Pedro 2:21-22.

     Cuando Cristo murió en la cruz, Satanás quedó desenmascarado, se había revelado a sí mismo como un asesino,  y que bajo su gobierno toda cosa buena y honorable debía ser barrida.  Para siempre había sido apartado de la simpatía del universo expectante y había sellado su propia destrucción.  Por sus frutos, Satanás demostró ser un mentiroso y el camino a la servidumbre, al cautiverio del pecado y la muerte.
     Al permitir que los principios del pecado fueran plenamente desarrollados, Dios había dado a todo ser en el universo, la oportunidad para ver justamente a lo  que  el pecado conduce.  Habiendo visto los espantosos resultados del pecado, cada ser humano puede hacer ahora una decisión inteligente en cuanto a quién obedecerán y vindicarán en esta controversia – a Dios o a Satanás.
     Hablando de Satanás, Jesús dijo a sus oyentes:
     “...El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.  Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y  padre de mentira.” Juan 8:44.
     Mientras Satanás estuvo en el cielo buscando establecer un nuevo orden de cosas, el resultado final del pecado no era aparente.  Dios vio que seres creados no podían verlo – vio  a lo que la extensión del pecado y el egoísmo podían conducir.  Al asesinar a Cristo, Satanás reveló aquello que había estado inherente al pecado todo el tiempo.  El Calvario fue justamente la revelación del pecado plenamente manifestada.  Nuestras acciones pecaminosas no son sino un reflejo de la rebelión interior.  Así que todo pecado, si lo consideramos una infracción sea pequeña o grande, nos hace cautivos a la norma  de Satanás y de esta manera  nos hacemos partícipes de la culpa de matar a Cristo.
     No sólo estaba Satanás lleno de odio hacia Cristo sino también contra todo aquel que escogiera seguirle y vindicar a Dios.  Es verdad que Jesús como un hombre, venció a Satanás;  pero si Satanás puede apartar a los seguidores de Dios de hacer de la victoria de Cristo una  realidad en sus propias vidas, es posible que todos se pierdan.  Así que, Satanás, a través de sus agentes, continúa la controversia y la guerra contra Dios al atacar a sus seguidores.
     “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer;  y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.” Apocalipsis 12:17.

     Aunque el diablo puede disfrazar su voz, sus muchas teorías engañosas siempre dirigen al mismo pensamiento; que “de alguna manera Dios puede ser aventajado por nosotros cuando desobedecemos sus mandamientos,  y que algo es ganado al desobedecerle.”  Esta mentira engañosa fue aceptada por Adán y Eva, lo cual introdujo el pecado y la muerte en este mundo.  Pero Cristo vino a esta tierra para ayudarnos a usted y a mí a escapar del pecado a través de su gracia y fortaleza, y así obtener la vida eterna cuando Él venga otra vez.
     Cuando amamos a Cristo y nos sometemos voluntariamente a Él, promete unir nuestro corazón con su corazón; nuestra voluntad es entonces fusionada con su voluntad; nuestra mente viene a ser una con la suya; y la ley de Dios llega a ser nuestra delicia.
     “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos,  y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo.” Hebreos 8:10.
     “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón.” Salmos 40:8.
     “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.” Salmos 119:11.

     Por este proceso, también nuestros pensamientos son traídos en cautividad a Cristo, permitiéndonos seguir su ejemplo de obediencia y vivir su vida en la nuestra.  
     “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo...” 2 Corintios 10:3-5.

     La salvación que Jesús nos trae  no es una salvación en desobediencia.  Sino que nos trae liberación del poder del pecado, así que a través del poder de Jesús podemos y debemos vivir una vida de obediencia, demostrando que Dios es verdad, y probando que Satanás es un mentiroso.
     “...Y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.” Mateo 1:21.

     “Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen...” Hebreos 5:9.
     De esta manera, por nuestras acciones o los frutos que producimos, estamos dando a conocer si somos seguidores de Dios o de Satanás – vindicamos a Dios o a Satanás.
     “Todo aquel que comete pecado infringe también la ley,  pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que Él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en Él.  Todo aquel que permanece en Él no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.  Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como Él es justo.  El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio.  Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.  Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo...” 1 Juan 3:4-10.

     Quiera Dios ayudarnos a cada uno, para allegarnos plenamente a Cristo y permitirle vivir su vida a través de la nuestra,  y  ya no seremos siervos del pecado y la muerte, sino que seremos siervos de la justicia y la vida eterna.